sábado, 4 de febrero de 2017

Soy el Verbo




Conmigo crearon la tierra
Con la vida sobre su faz
Por mi proclamaron guerras
Conmigo pidieron la paz

Viví entre pueblos guerreros
De los sabios fui compañía
Y armado de pluma y tintero
Proclamé la sabiduría

Soy un tesoro escondido
Soy una perla en el mar
Entre las letras perdido,
Entre el vivir y el amar

Soy clavel entre rosas
Soy la risa y el llanto.
Mis letras son como diosas
Mis poesías, como cantos

Del poeta soy la musa
Del cantante inspiración
De los libros soy la prosa
Y del  cielo una canción


Invisible como el viento
El mundo puedo recorrer
Y al triste llevo aliento
Aunque no me pueda ver

De los hombres soy amigo
De los dioses mensajero
Del amor un fiel testigo
De lo puro  y verdadero

Por tormentas he pasado
He sufrido sin llorar
Mil batallas he ganado
Sin pensar en claudicar

De las garras de tiranos
He logrado escapar
Mil dolores y maltratos
He logrado superar

Podría ser inmortal
Si mantengo vigilancia
Pues solo me puede matar
De los hombres la ignorancia

lunes, 30 de enero de 2017

7 días para ser rico



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© Ismael Contreras, 2017
Y al despertar aquella mañana, cuando el sol, tímido, empezaba a bañar con su luz las copas de los árboles, un pensamiento surgió en él, una idea brotó en su mente, cual simiente que se asoma desde la tierra para contemplar la vida en su plenitud.

Esa idea pronto fue tomando forma, hasta convertirse en una certeza, en un plan cuya ejecución era imprescindible. Este pensamiento comenzó a roer su alma con un deseo que apenas lograba disimular. Así es que, guiado por aquel deseo, oró, le oró a aquel Dios en quien no creen las mentes sabias y a quien no conocen las mentes ignorantes. Oró por aquello que era, por lo que fue y por lo que había de ser; oró por su idea, oró por sí mismo y por los demás. Y así, con el consuelo de la oración, con la fuerza de la fe, con el ánimo de la esperanza, decidió iniciar su empresa con la determinación de lograr su meta.

Era un joven harto inteligente, no por lo mucho que sabía, sino por lo mucho que podía aprender. Pero, a pesar de su inteligencia, también era pobre, y lo era porque la pureza de su ser, la honestidad de su alma y el altruismo de su corazón eran más fuertes que sus ambiciones de dinero y cosas materiales; era pobre porque era rico en valores.

Era digitador independiente, una especie de escriba moderno que, por un determinado precio, copiaba, transcribía e, incluso, creaba cualquier escrito con una calidad irreprochable. Apenas cobraba lo necesario para subsistir y nunca se preocupó por ganar más allá de lo indispensable. Su vida eran su trabajo, formado por un ordenador y un printer, y sus libros, con los cuales podía sentirse libre de cualquier atadura y alcanzar la paz.

Pero aquella mañana, aquella espléndida mañana de primavera, nuestro joven decidió algo nuevo, puso en práctica sus ideas y cambió por otro el sendero que siempre había seguido.

Y es así como un lunes, al despuntar el alba, colgó a la puerta de su improvisada oficina un letrero que rezaba: “FUERA DE SERVICIO". Permaneció todo el día sentado frente al ordenador y cuando alguien, a pesar de tan vistoso letrero, entraba y preguntaba por qué no había servicio, su respuesta era una e invariable: “Aprendo a diseñar planos”.

De esta manera transcurrió todo el lunes, con los ojos fijos en la pantalla del computador, las manos sobre el teclado y la mente y el corazón puestos en su proyecto. No comió nada en aquel día, a falta de clientes que le produjeran alguna ganancia.

De igual guisa transcurrió el martes: igual ocupación, igual letrero, igual respuesta a las curiosas preguntas de los que entraban al negocio e igual hambre por falta de clientes.

Muchas fueron las burlas que despertó la actitud del joven en quienes lo conocían y frecuentaban su negocio. Muchos de ellos entraban al local con la sola intención de escuchar la monótona respuesta a la pregunta y así burlarse de él.

El miércoles algo cambió. No fue el letrero, no fue la concentración del joven ni su hambre, sino la respuesta que daba a quienes hacían la misma pregunta. Ya no decía “aprendo a diseñar planos”, sino que su respuesta ahora era: “diseño el plano de mi casa”, y si alguno osaba recordarle que él no tenía cómo ni con qué construir una casa, su respuesta era: “pero algún día la tendré”.

Quienes escuchaban tal respuesta no podían evitar reírse a carcajadas, por la hilaridad de tal ocurrencia, teniendo en cuenta la pobreza del joven y su imposibilidad de construirse ni una casa de cartón.

Pasaban los días de aquella semana. El inamovible letrero, ahora lleno de polvo, indicaba a todo el que pasaba por el lugar que el joven aún no se había curado de su “locura”. Ya eran menos frecuentes los que entraban para burlarse de él y de su ocurrencia. Los burladores fueron disminuyendo poco a poco, hasta que el sábado ya nadie entraba, ni para burlarse ni para solicitar algún servicio.

Aquel domingo, el joven que estaba sentado frente al ordenador en poco se parecía al que había estado en el mismo lugar siete días atrás. Éste era extremamente delgado, con aspecto enfermizo y una palidez cadavérica, producto de toda una semana de extremo ayuno.

En la tarde de aquel domingo los vecinos del joven vieron como un desconocido, un elegante caballero, entraba a la oficina del mismo, y luego lo vieron salir, después de una hora de estar ahí dentro.

Para sorpresa de todos, el lunes en la mañana la oficina estaba totalmente cerrada y en la puerta ya no colgaba el letrero de FUERA DE SERVICIO, sino un pequeño cartel con un encabezado que ponía “CERRADO PERMANENTEMENTE” y un texto debajo del mismo que decía:

“Mis queridos vecinos y clientes, lamento decirles que ya no estaré trabajando más con vosotros. El distinguido caballero que vuestra curiosidad os permitió ver ayer ha venido a verme, y quedó tan encantado con mis planos que me ha hecho una oferta millonaria por ellos. Es por eso que me voy, para construir mi casa en un vecindario donde sí crean en mí y poder disfrutar mi nueva riqueza. Os abrazo”.
FINAL I

“Mis queridos vecinos y clientes, lamento decirles que ya no estaré trabajando más con vosotros. El distinguido caballero que vuestra curiosidad os permitió ver ayer ha venido a verme, y quedó tan encantado con mis planos ha decidido llevarme a un excelente lugar, para lo cual he aceptado. Es por eso que me voy, y si algún días deseáis visitarme, os dejo los planos del manicomio adonde voy
sobre mi escritorio. Os abrazo”.
FINAL II

sábado, 28 de enero de 2017

La Flor del Olvido






© Ismael Contreras, Poeta Masoquista

Era un ángel, una inocente niña, con el esplendor rozagante de la inocencia pintado en su rostro. Era la pureza hecha persona, la más bella inspiración de las musas, una hermosa poesía hecha mujer. Ella era tan bella, tan atractiva y a la vez tan tierna, que el corazón de él no supo cómo resistirse a aquel sentimiento que se desbordaba por su alma y amenazaba con bañar todo su ser con el más puro amor jamás vivido.

Él era fuego, una llama encendida, una chispa de pasión y deseo, que al contacto de su mirada, al roce de su sonrisa, amenazaba con encender en pasión y placer, en éxtasis y amor, la inocencia pura e intachable que emergía desde el alma de ella. Él era Capricornio persiguiendo a virgo, el Sol seduciendo a la Luna, Zeus tras Selene.

Él la amaba, la deseaba, pero sobre todo, la entendía. Él sabía leer su alma como un libro abierto, podía recitar los sentimientos de su corazón como la más hermosa poesía, como una oda de los dioses que desciende del Olimpo y baña el corazón de los mortales.

Ella lo quería, sentía por él un cariño especial, un sentimiento puro y sincero, tocado por el arpa de Apolo, una flor sembrada por Eros y regada por Cupido, que bien podría convertirse en amor.

Pero ella era ajena. Ella amaba a otro, y se creía amada por él. Cuál Paris sobre Helena, ella era poseída por los deseos furtivos de un alma que no sabía valorar la divinidad de su ser, el valor de su virginidad. Era de un hombre que no veía en ella más que cuerpo, incapaz de ver la hermosa aurora que dibujaba pura e inocente.

Su dueño, su novio, el carcelero de su sentimientos, cual lobo hambriento, permanecía al acecho de su virginidad, advirtiendo cualquier movimiento furtivo, adivinando cualquier debilidad, con la vil intención de arrojarse sobre su pureza con lascivia y profanar el templo de la castidad que Venus había erigido en su alma.

Mas él, nuestro enamorado poeta, cual llama de pasión encendida, que sólo podía ceder y ser apagada por la pureza de ella, él se propuso ganarse su corazón. Como ladrón que establece un gran tesoro como su objetivo, él ya había decidido hurtar su corazón, penetrar en su alma, entenderla, protegerla y amarla, como él deseaba ser amado por ella.

Y así, ella, incomprendida por aquel que consideraba como el amor de su vida, presa en la cárcel de la duda, inocente aún para conocer el verdadero amor, fue sucumbiendo ante aquel que pintaba sus mañanas de alegría, que dibujaba en su alma hermosos recuerdos de cariño. Poco a poco, en su corazón fue anidando un sentir muy especial hacia aquel que sabía leer en su alma, que sabía comprenderla, que le demostraba un amor puro y sincero.

Poco a poco, cuál día que aleja para nunca más volver, de su corazón se alejó el amor que hasta entonces creía sentir, porque nacía una nueva llama, la llama del amor verdadero, de aquel que es sembrado por Eros y cosechado por el destino.
Y es así como un día, al recibir una flor que aquel que había sido su dueño, al recibir un beso del que había sido su amigo, decidió que su alma había hallado consuelo, pues fue su beso de amor y la flor del olvido.

jueves, 26 de enero de 2017

A Duarte, por la patria



A Duarte

Tú, que en vida diste,
Por tu patria fuerza y bienes,
Y ante burlas y desdenes
Firme, no te rendiste.

Tú que encendiste la llama,
De la libertad, cual lucero,
Que alumbraba desde el cielo
La lucha en tu tierra amada.

Fuiste incansable guerrero
Que con las armas y las letras
Al enemigo con mil tretas
Venciste junto a tu pueblo.

Y aunque víctima de traición,
De persecuciones y desprecios
Pagaste un alto precio
Y te entregaste con amor.

Hoy celebra tu vida,
La patria con la que soñaste,
Y aquella por la que luchaste
Te recuerda agradecida.

A ti, Juan Pablo Duarte,
Que entre luchas y quimeras,
Diste libertad a tu tierra,
Hoy nos place recordarte